No aprende España, que corre más riesgos de los que supone. La Roja ha vuelto a decepcionar con dos amistosos de aliño ulceroso y esta vez no como resaca de un éxito, lo que sería un eximente, sino como una deriva más de unos tiempos borrosos. No se trata solo de los resultados, de dos malos días en la oficina. Está en juego mucho más. Es inevitable que, tras el espanto de Brasil, la gente vea lejanas las cumbres de 2008, 2010 y 2012 y esta España sin chicha, sin gancho, afronta un peligro inminente: el desafecto general, el regreso a un pasado tan cercano como oscuro. No parece que los jugadores, la inmensa mayoría acunados en los tiempos de bienaventuranzas, hayan percibido el trance. Sabio y reflexivo como es, seguramente lo barrunta el seleccionador, Vicente del Bosque, cuyas malas caras ante Italia y Rumania evidenciaron un disgusto que no merece.
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