El Barcelona alcanzó la velocidad de crucero en la penúltima estación de su vía crucis hacia los cuartos de final de la Euroliga. Por fin estiró su eficacia y expuso su calidad durante buena parte de los 40 minutos de un partido y barrió al Brose Baskets Bamberg. Un equipo con tanto nombre y apellido como poco cartel, pero el típico capaz de complicarle la vida al más pintado, que sumaba las mismas victorias que el Barcelona y el Real Madrid y que tenía tantas opciones como el que más. Era precisamente uno de los rivales que le habían complicado la vida al Barcelona —en cualquier caso jugará los cuartos de final con el factor cancha en contra—, al que ganó en la primera vuelta en Alemania.
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