Durante una hora, Alemania gobernó el balón y el duelo del pasado sábado frente a Inglaterra, hasta el punto de que marcó dos goles y le anularon otro a Mario Gómez —se desquitó después para festejar su primer tanto con la selección desde la Eurocopa de 2012— por un fuera de juego que no era. Pero luego los futbolistas se desconectaron, como si la cosa no fuera con ellos, para acabar perdiendo (2-3). “No nos pudimos sacar de la cabeza que se trataba de un partido amistoso”, reconoció Thomas Müller. Un pensamiento generalizado y casi histórico [la selección alemana nunca fue de partidos de prueba], remarcado en las últimas fechas, desde que fuera campeón del Mundo en Brasil. Así, desde el gran laurel, ha disputado seis amistosos y solo se ha impuesto en uno, frente a España (0-1) el 18 de noviembre de 2014. Empató, además, contra Australia (2-2) y cayó frente a Argentina (2-4), Estados Unidos (1-2) y Francia (2-0).
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