Cada cierto tiempo —tres años, según búsqueda reciente en Google— aparece en los tabloides británicos la figura maltrecha de la estrella Paul Gascoigne. Es una decadencia con la que el lector va reparando en los destrozos que el alcohol y la droga hacen en el cuerpo y la cara de Gascoigne casi del mismo modo que, en la versión contraria, puede apreciarse la madurez en los rasgos de Nadal siguiendo su álbum familiar en Roland Garros, donde permanecen colgadas sus fotos de la adolescencia a la juventud.
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