Ni una mala palabra, nada que recriminar a sus futbolistas –“Absolutamente nada”, dijo concretamente–, ni que le preguntaran expresamente por los dos que, en un calentón, acabaron marchándose por el túnel de vestuarios antes de hora. Diego Simeone quiso obviar las acciones que llevaron a Filipe Luis y a Godín a ver sendas tarjetas rojas en un partido en el que, quién sabe, pudo decidirse media Liga. No en vano, estaba en juego el liderato. Y el Atlético midió mal sus fuerzas en el Camp Nou. Aun así, prefirió quedarse con el buen partido que hicieron los suyos y con el esfuerzo y el derroche hecho hasta el final, a pesar de que llegaran al minuto 90 con nueve, ocho diría El Cholo, que se olvidó de Oblak al hacer recuento y aplaudir los méritos de sus jugadores, como si a los once del Barcelona sólo les combatieran sus futbolistas de campo y no el portero.
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