Suárez saludó desde el césped a la familia, una tradición antes del inicio. Acto seguido, chocó sus manos con las de Neymar, y con él se abrazó antes de hacerlo con Messi. Al instante, buscó el balón y esperó a que el árbitro pitara para tocar a Neymar y así, dar vida al partido. Justo entonces, la peor pesadilla uruguaya de Simeone se convirtió en futbolista y el Barcelona empezó a ganar el partido y, quién sabe, si definitivamente la Liga al Atlético.
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