Desde el principio del curso caminando por la cuerda floja, con una apurada clasificación para la segunda fase de la Euroliga y reiteradas derrotas ante rivales de su mismo caché, este Madrid presentaba varias vidas en todos sus partidos y muchos biorritmos distintos en el mismo cuerpo. Con memoria de campeón y temeridad de funambulista, los de Laso necesitaban un golpe de efecto de esos que marcan puntos de inflexión y lo encontraron ante Olympiacos, el batallón más competitivo de la historia reciente de la competición con cuatro finales y dos títulos en los últimos seis años.
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