A fuerza de ampliar sus límites dejaron de creer en imposibles. La selección femenina de baloncesto se proclamó en Belgrado campeona de Europa por cuarta vez en sus historia tras rendir de nuevo a Francia, como en las tres anteriores, por talento y mentalidad. Para las jugadoras españolas la final era un premio tras sobrevivir al infierno serbio en semifinales; para Francia una reválida por haberse quedado tres veces seguidas en el segundo escalón del podio y medirse de nuevo a su demonio indeleble. Triunfo una España de oro puro, un grupo de leyenda que en este torneo se ha ganado el pasaporte a la eternidad con su séptima medalla consecutiva entre Europeos, Mundiales y Juegos. Ningún equipo había conseguido enlazar dos coronas en los últimos 28 años, desde que cayó el imperio de la URSS en 1991 tras 17 título. Lo hizo el conjunto de Mondelo, tras una exhibición de juego y afinación liderada por Marta Xargay (23 puntos) y secundada por la mvp Astou Ndour y el resto de sus compañeras. La revolución tampoco fue francesa esta vez.
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