A las doce del mediodía, mientras Rafael Nadal aún estaba poniéndose a punto antes de salir a la pista de entrenamiento, aparecía Nick Kyrgios enfundado en una sudadera de los Bulls de Chicago, con sus andares desidiosos y unos cascos enormes que le abstraían del ajetreo característico de Aorangi Park durante esta primera semana de Wimbledon. En ese instante, nada más tomar asiento con aparente despreocupación, una hilera de cámaras enfocaron al australiano porque este jueves él y el español se medirán (hacia las 18.00, #Vamos) en una segunda ronda volcánica, proponiendo dos estilos profundamente antagónicos: Nadal siempre será Nadal, y Kyrgios siempre será Kyrgios.
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