“Tenemos que ganar como sea”, decían Dani Ceballos y casi todos sus compañeros en Údine, antes de la final de la Eurocopa sub-21 que finalmente conquistaron ante Alemania (2-1). Estaban seguros de que nada los podía detener. “Como sea” abarcaba hasta a los más puristas del tiqui-taca, como Fornals. Daba lo mismo. “Como sea” implicaba un ejercicio de pragmatismo y una convicción de que la victoria estaba asegurada. Estos jóvenes españoles ya no tienen que derribar ninguno de los prejuicios que combatieron las generaciones que los precedieron afrontando este tipo de partidos desde los complejos y el temor.
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