samedi 6 juillet 2019

Jakob Fuglsang, un favorito herido el primer día de Tour

“Níquel”, dice la encargada de seguridad que registra mochilas en el Tour, y sonríe, casi sorprendida de haber usado esa palabra. Níquel como lo mejor, como lo más limpio, como el maillot blanco con las bandas del arcoíris, nuevo, fláman, que Alejandro Valverde estrena en el Tour y le gusta tanto ir vestido así, arcoíris del casco a las zapatillas, los calcetines y hasta los guantes, y la bicicleta nueva, que no lo cambiaría por nada. “Ni por el maillot amarillo lo cambio, ¿dónde vas a comparar?”, dice Valverde, plantado en la Plaza Real de Bruselas, nada menos, leyendo un L'Équipe vintage de páginas amarillas, antes de la salida de la etapa, rodeado de 175 corredores más con maillots níquel también, a estrenar, recién sacados de la bolsa, pero mucho más feos, claro. Comienza el Tour, un viaje circular que podría ser definido como el proceso químico que transforma el níquel en sangre, suciedad y barro antes de volver a convertirse en níquel de nuevo, tres semanas después, cuando todos rodean felices el Arco del Triunfo de París, con maillots limpios. Los maillots vuelven a ser los mismos después del giro de 360 grados que ha durado tres semanas, pero ellos, los ciclistas que terminan, no. Ya pasada la felicidad del día de estreno son otros. Ya lo saben, por eso corren el Tour.

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