Mireia Belmonte llegó al Mundial de Gwangju con tres meses menos de preparación de los necesarios. Privada por las lesiones y la necesidad mental de resetearse —como ella dice— paró en octubre, noviembre y diciembre de 2018, y arrancó en enero. Camino de la puesta a punto le ha sobrado carga de entrenamiento y le ha faltado el último tramo de adaptación a la competición. El calendario le deparó el peor comienzo posible: los 200 estilos y los 400 libres, las pruebas que menos se prestan a sus condiciones de fondista especializada en mariposa.
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