Termina tan abrasado Loïc Chetout su contrarreloj, casi 11 minutos su corazón a 180 pulsaciones en la Málaga de las cinco y media de la tarde, que en cuanto regresa al punto de partida se lanza sin pensarlo, con zapatos y todo, al agua del puerto, no muy lejos de donde todas las tardes atraca el barco de Melilla. Ya refrescado le rescata del agua su compañero Luis Ángel Maté. No muy lejos, Imanol Erviti, que aún no ha partido, mide la presión de sus neumáticos apretando fuerte el pulgar contra el caucho, deja escapar un poco de aire por la válvula y ya satisfecho le dice al mecánico del equipo, comprueba la presión que tienen con el manómetro y apúntala, es la que quiero.
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