Al fútbol se puede jugar en cualquier sitio. Había un equipo de división regional, en el sudeste gallego, que hasta hace un par de años jugaba en un campo con un desnivel del dos por ciento. Ya no juega, porque el club desapareció de la faz de la tierra, aunque el campo sigue ahí, como un cementerio de fútbol. Era incómodo, pero daba gusto atacar cuesta abajo. Los laterales con vocación ofensiva adoptaban esa postura que usan los ciclistas en los descensos. A menudo no regresaban a la línea de defensa hasta la segunda parte, por ahorrar algo fuerzas. De modo que, si se podía jugar en aquel campo, es seguro que los clubes españoles conseguirán disputar partidos de LaLiga en Estados Unidos.
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