Gonçalo Guedes, sonrisa de niño y fútbol desbocado, ha cumplido un sueño. Envuelto en la incertidumbre respecto a su futuro y orillado como un mueble viejo en el lujoso vestuario del París Saint-Germain, el potro portugués jugará donde quería. Sus carreras, quemando rueda, volverán a pegarle fuego a la banda izquierda de Mestalla. Desde que en mayo se marchó concentrado con Portugal para jugar el Mundial de Rusia siempre ha tenido en mente volver para seguir creciendo bajo el manto de Marcelino.
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