La penosa imagen que ofreció el césped del Nuevo José Zorrilla durante el partido entre el Valladolid y el Barcelona del sábado no solo dañó la reputación de una de las instalaciones históricas del fútbol español, sino que dejó a la vista de la audiencia televisiva las vergüenzas de un producto inmerso en un plan de expansión audiovisual internacional sin precedentes. La presencia de decenas de montículos a causa de la incapacidad del terreno para mantenerse firme derivó en un encuentro de mínimos, con los protagonistas más pendientes de evitar cualquier daño físico que de ofrecer su mejor versión, con la consiguiente merma de su valor deportivo.
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