En el hotel Lancelot, con su lago, en la típica campiña francesa, a las afueras de Plöermel, una pequeña localidad bretona, pasan las horas muertas las futbolistas de la selección española femenina sub-20. Es fácil advertir su presencia, pues han colgado una bandera española enorme del tejado de una de las casitas en las que conviven. También se hospedan en el Lancelot las jugadoras del combinado francés, las anfitrionas. Las favoritas hace apenas unos días. Por eso, el entrenador Pedro López y su equipo pidieron calma a las chicas cuando el martes regresaban eufóricas del estadio de La Rabine, en Vannes, después de vencer a las francesas en su propia casa (0-1). Nada de cantar. Respeto al rival.
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