“Día raro con pocas ganas de tuitear”, escribió Pedro Sánchez en su edad de oro lastrada por el éxito. “Día raro con pocas ganas de Liga”, podría decir cualquiera, en uno de esos días —casi siempre funestos— en los que el deporte tiene un interés relativo o nulo. Y sin embargo ahí estaban en el Bernabéu un equipo madrileño, el Madrid, jugándose la Liga, el uno de octubre, contra un equipo catalán, el Espanyol. Hubo hinchazón de banderas españolas y quizá por eso (o no) Isco, que en el último partido de la selección en el Bernabéu marcó dos goles, volvió a resolver con un doblete; la afición madridista, que había asistido con sospechas ruidosas a la intrascendencia del malagueño en un par de partidos, respiró tranquila: si Isco vive, la lucha sigue.
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