Con Deulofeu todo eran certezas hasta que llegó al primer equipo del Barcelona, donde ya no se expresó como solía en las categorías inferiores, un pequeño diablo con el balón atado a los pies, de quiebro y carreras eléctricas que veía puerta con facilidad, hasta el punto de que en su último año en el filial convirtió 18 tantos y se quedó cuarto en la tabla de pichichis de la Liga Adelante. Pero las sucesivas negaciones de darle carrete en el primer equipo de Guardiola, Vilanova, Martino y Luis Enrique le hicieron cobrarse un nombre lejos del Camp Nou, entre Inglaterra (Everton en dos periplos), España (Sevilla) e Italia (Milan). Fue en la Serie A donde se vio su mejor versión, un futbolista completo en ataque y en defensa, un jugador que insinuaba una cosa con la cadera y hacía la contraria con el pie. Pero, de nuevo en el Barça, le cuesta recobrar su mejor versión. “Aunque esperamos que nos pueda ayudar durante la temporada”, argumentan desde las oficinas de la ciudad deportiva.
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