Ramón Cid motiva a sus muchachos con historias del carácter y el genio de Yago Lamela –“que se jodan los rivales, ellos serán los que sufran”, respondió el saltador asturiano cuando antes de una competición le advirtieron de que había tormentas y viento y que hacía malísimo—y Orlando Ortega podría añadir historias de carencia y superación en el centro de alto rendimiento de La Habana, donde entró de juvenil y solo comían carne (de pollo) dos días a la semana. La corriente fluye, y con alto voltaje y consonancia, entre el jefe técnico del atletismo español y sus atletas, comenzando por el subcampeón olímpico de Río. El equipo lo componen 56 atletas, el tercero más numeroso de la historia, y de medallas no se habla, ni de lesiones o mermas. Los héroes de Río están cansados o doloridos, pero no se quejan, solo hablan de motivación y competitividad. Dialécticamente, es un cambio cualitativo, la marca de la nueva generación que se ha hecho con el mando.
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