Como en los spaghetti western, cuando al sheriff se le veía el reloj de pulsera. Así empezó el Athletic su película frente al Sassuolo. Y eso que se jugaba el Oscar de la clasificación europea ante un rival low cost.En unos segundos se conjuraron todos los espíritus para que Laporte le diese el balón a un rival caído, doliente, que se marchó con su chocolatina como alma que lleva el diablo. A Defrel ya nada le dolía, menos cuando le dejó la pelota a Ragusa cuyo disparo lo despejó Herrerín. Y menos le dolía aún cuando Balenziaga remató a gol contra su portería. Un anuncio inmediato de que el partido, más que un enredo, iba a ser una enciclopedia de malentendidos: que si Yeray cabecea contra su compañero Lekue y deja solo a Defrel para que se luzca Herrerín; que si Herrerín saca de portería y golpea en la espalda de Yeray y a San Mamés se le para el corazón, que si vas tú que si ya voy yo, que vamos los dos y nos chocamos... Y sin embargo, con el reloj a la vista, con las vergüenzas al aire, el Athletic le dio la vuelta a un guion tan confuso que nadie parecía entender.
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