Este sábado hay un Italia-Alemania. Si yo fuese usted, u otro cualquiera, incluso si yo fuese sólo yo, me haría a la idea de que ya es la final, y cancelaría todos los planes para verla. Estamos aún en cuartos, sí, pero la vida es así; muchas veces las cosas importantes ocurren antes de tiempo, de improviso, cuando nadie está preparado para recibirla. Recuerdo cómo Manuel Fraga a veces llegaba a las inauguraciones media hora antes y cortaba la cinta en solitario, sin las autoridades locales, que aún se estaban vistiendo. Una mañana se presentó en Boiro y firmó en el libro de oro, y después inauguró el depósito de residuos de una cantera, un área de ocio, un punto limpio, el muelle, la lonja, el instituto, una piscina y el polideportivo. Todo en media mañana. Una parte de los invitados llegó tarde a todo. Inaugurar así, con elegancia y velocidad, al primer toque, casi equivalía a fútbol. Sólo ha vuelto a hacer parecido, en un capítulo de Los Simpson, el alcalde de Springfield, que sin bajarse del coche decía “con orgullo inauguro esta escuela, estadio deportivo o atracción”, y arrancaba.
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