A Zinedine Zidane se le ve igual de feliz e ilusionado que el primer día que llegó al banquillo del Real Madrid allá por el mes de enero. Conservar la alegría y el entusiasmo en un cargo que, normalmente, triplica las canas y hace envejecer en un año lo que siete en la vida normal, tiene mérito. El técnico francés llegó como un aprendiz. No tenía experiencia (salvo el año y medio en el Castilla y su pasado de jugador), ha ido aprendiendo por el camino lo que es la presión y cómo sobrellevarla.
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