mercredi 25 mai 2016

A la espalda de Kluge, los sprinters se miran, perplejos

Entre Bérgamo y Milán, nada más pasar Villa Giovanna, la casa de Jacinto Facchetti, y fábrica de las Bianchi azul cielo celeste de Coppi y de Kruijswijk, en la volata inevitable en la recta en ángulo recto de Cassano d’Adda que separa el barrio del futbolista, Mazzola padre, Valentino, el que murió con el Torino en Superga, del distrito del ciclista del pueblo, el Gianni Motta que peleó con Julio Jiménez y Anquetil el Giro de hace 50 años, y ganó, no se impuso un sprinter porque ya los dos alemanes que se ríen de los colegas italianos, Kittel y Greipel, se han retirado. Ganó un prologuista, o un finiseur, que dicen los franceses, alemán por supuesto, que se lanzó imparable y se desgajó del grupo tirado, y lo miraban perplejos e inmóviles los volatistas italianos, Nizzolo y compañía, incapaces de entender nada. Se llama Roger Kluge el ganador, tiene 30 años, es más que grande gigantesco y pesado, todo un motor, y corre para el equipo suizo IAM, que justo luce su maillot ante el mundo cuando acaba de anunciar que deja de existir a final de temporada y ya los más ingeniosos empiezan a llamarlo IWAS.

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