Un Madrid remendado y en días de zozobra encontró consuelo ante el Levante, el colista. Más que suficiente para un equipo borroso, que apenas tiene nada que decir en esta Liga, pero que tampoco puede aflojarse del todo. Eso fue el Madrid, un equipo apesadumbrado, con poca gracia, más pendiente de su destino que de su presente. Sumó tres puntos analgésicos, sin brillo, con algo de solidez y poca púrpura. Suficiente para angustiar aún más a un Levante al borde del abismo, por más que los madridistas destilaran una extraña sensación final, con la gente agotada como si hubiera escalado el Himalaya.
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