Carlos Henrique Casemiro ganó fama de díscolo en su época juvenil. Solo después de jugar en el Oporto a las órdenes de Julen Lopetegui comenzó a comportarse como el hombre ponderado que es hoy. El muchacho que militaba en el São Paulo, apodado Casemarra por su carácter impetuoso, habría estallado. Pero después de disputar ocho partidos seguidos y quedarse fuera de la alineación del Madrid contra el Barça, de su boca solo salieron comentarios moderados. Incluso elogiosos hacia Rafa Benítez, que le considera un especialista único, además de un discípulo excelentemente sumiso. El regreso del mediocentro brasileño a la titularidad, el miércoles ante el Shakhtar, coincidió con una nueva secuencia de buen fútbol en el equipo, y con una victoria (3-4) de efecto paliativo tras el trauma del clásico.
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