Aduriz con el pie; Aduriz, de penalti “a lo Panenka”; Aduriz, de cabeza. Diez goles en la Liga; seis goles en Europa. El manantial se antoja un río en el que navega el Athletic confiado a un timonel de 34 inviernos (en febrero 35) por el que no pasan los años. El Rayo sucumbió a sus encantos desde el primer minuto, cuando el delantero aprovechó la escasa y mala defensa franjirroja para recoger un pase profundo de Raúl García. Casi no se había levantado del todo el telón, cuando Aduriz ya había dado el do de pecho. Recién comenzado, el Rayo se quedó sin guión y comenzó a tartamudear. Aún no se sabía que el Athletic le iba a presionar desde muy arriba para obligarle a jugar como no le gusta a Paco Jémez, con balones largos, y conduciendo al rival a perder el primer pase. O sea, obligándole a no jugar, es decir, a sufrir, el camino más corto para acabar perdiendo.
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