Las pitas que prodigó parte del Camp Nou en el duelo ante el Leverkusen, finalmente ganado (2-1), dolieron sobremanera a Luis Enrique, que ya cargó entonces contra esos abucheos porque entendía que no se tenía paciencia ni reconocimiento con unos jugadores que hacía apenas tres meses conquistaron el triplete (Liga, Copa y Champions). Un discurso que no varía. “Lo que dije, lo mantengo”, expuso el técnico del Barcelona al tiempo que prosiguió con una argumentación tan abrupta como indefinida porque no señaló a nadie en concreto; “veo que hay ganas de que se tuerzan las cosas de una vez y que esto reviente. Pero somos como el corcho. Flotaremos, seguiremos unidos y dará igual lo que suceda como siempre ocurre con este equipo en los últimos años. Vamos a seguir dando guerra y haciendo disfrutar a la afición. Ese es el objetivo”. La primera parada: el Sánchez Pizjuán.
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