Sasha Djordjevic es uno de esos escasos personajes del mundillo del baloncesto que, con su sola presencia, intimidan, al estilo de lo que acostumbra a comentar Maljkovic sobre Navarro: “Siempre me saluda antes del partido y luego me mete 30 puntos”. Entrenadores y jugadores recelan siempre que tienen a Djordjevic enfrente. De manera que, cuando arrancó el partido en el Palau Blaugrana y, en un visto y no visto, empezó a comprobarse que el Panathinaikos se deslizaba sin remedio hacia una derrota concluyente, como si pareciera excusarse de antemano a causa de sus bajas –Jankovic, Kuzmic y Ognjen-, sin que Diamantidis dijera ni mu y mientras Raduljica sumaba dos faltas en los cuatro primeros minutos, nadie se fiaba ni un pelo.
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