A los 16 años, desde la ventana de su habitación, veía el Camp Nou y cada mañana, uno de sus compañeros de habitación, repetía por rutina: “Un día jugaré allí”. Y jugó. De hecho, Carles [Puyol], que así se llamaba su compañero, se convirtió en un mito. Curro no, Curro nunca llegó a pisar aquel estadio, pero durante cuatro años, uno de cadete y tres de juvenil, defendió la camiseta del Barcelona, equipo contra el que esta tarde se enfrentara en Villanueva de la Serena. Las vueltas que da la vida. “La pena es que no viene Andrés”, se lamenta. Porque Andrés Iniesta también soñaba en aquella habitación con vistas. “Me hubiera gustado saludarle”. Curro puede dar fe de lo mal que lo pasó aquel niño recién llegado de Fuentealbilla y de cómo Víctor Valdés cuidaba de todos. “Era el hermano mayor para cualquiera”, asegura mientras recuerda con cariño a Quique Costas y a Rojo, a los que tuvo de entrenador.
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