“Cuida al de Reus porque es el mejor que tienes”, le dijo un día Josep Guardiola a Josep María Orobitg, su representante, tras ver jugar a Sergi Roberto. Orobitg aconseja desde juvenil al que siempre fue un talentoso centrocampista. Nacido en la capital del Baix Camp, en una estructurada familia, es hijo de un empresario y de una profesora de instituto; y llegó del Nàstic a La Masia con 14 años. De aquella frase hará ahora cinco o seis años. “Sólo falta que se lo crea”, solían repetir por entonces los técnicos de la cantera que, como Pep, adivinaban un recorrido tremendo en un jugador “potente como un alemán”, según Eusebio Sacristán, que fue su entrenador en el filial, que siempre le utilizó de volante —“era el líder del centro del campo”, dice— y que siempre tuvo la sensación de que le faltaba campo partiendo desde la medular.
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