Bastaron cuatro minutos para que el partido saltase en mil pedazos, para que se acabase todo. En esos 240 segundos el Granada golpeó dos veces y acabó con un Getafe extremadamente frágil, con mándibula de cristal, que no recuperó la cara al partido hasta la segunda mitad. Tiraron los de Escribá los primeros 45 minutos y fue letal para ellos. El partido empezó muy frío pese al calorcito de agosto. Tenía pinta de ser uno de esos duelos que acaba con un cero a cero como un templo, pero dos errores consecutivos, uno arbitral y otro defensivo, marcaron el encuentro.
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