lundi 3 août 2015

La primera dama de la natación mundial, va como un tiro

La caravana de cazadores de prodigios natatorios se ha trasladado a la remota cuenca del Volga para fijarse en Kathleen Genevieve Ledecky. La muchacha, de 18 años, ha desarrollado el torso, y de su frente cada vez más amplia se desprende un mechón rubio y lacio. El pelo ralo, casi tan descolorido como su piel transparente, remata una cabeza huesuda. Cuando sonríe deja entrever dos hileras de dientes pequeños detrás de los labios descarnados. Únicamente la chispa de sus ojos resulta llamativa. Es el brillo de una inteligencia penetrante que parece controlarlo todo con la serenidad propia de quien se sorprende poco. Cuando ayer en la piscina de Kazán tocó la última pared de la final de 400 metros libre, su expresión denotaba una modesta felicidad. Venía de nadar a ritmo de récord mundial una carrera solitaria. Se había impuesto sin problemas sacando un par de metros a su perseguidora más próxima. Había ganado el primero de los cinco oros que tiene pensado conseguir en estos Mundiales. Con la facilidad de quien reserva energías. Igual que debió de completar los exámenes del colegio de monjas donde se graduó, el mes pasado.

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