“Lo siento”, dijo Anthony Ervin. “Hemos nadado muy mal”. El más veterano de los velocistas estadounidenses parecía un vagabundo hipster en los pasillos que conectan las dos piscinas del estadio de Kazán. El pelo revuelto, la mirada perdida, y los brazos completamente tatuados, denunciaban su estado de perplejidad. Estados Unidos, la gran potencia de la natación en línea, acababa de quedar fuera de la final en la prueba que históricamente define su poderío: el relevo de 4x100. Los americanos acabaron en undécima posición, por delante de Australia, la segunda nación más prolífica en velocistas. Rusia lideró la preliminar con una marca de 3m12,46s, seguida de Brasil e Italia.
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