Indefinida y desfigurada, LaLiga avanza por una ruta sorprendente, alejada de los tiempos en que el Barça y el Madrid sobrepasaban los 100 puntos, días en que Cristiano y Messi se jugaban el Balón de Oro en campos de dificultad máxima como Mestalla, San Mamés o el Pizjuán. El duelo individual y colectivo de azulgrana y madridistas no admitía tregua, exigía una tensión máxima en la cancha y en el banquillo, porque en caso contrario aguardaba el Atlético de Simeone, la única alternativa en la última década, capaz de ganar el título en 2013-2014, hoy devaluado después de perder 11 puntos sobre 18 en sus salidas del Wanda Metropolitano.
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