El Barcelona de Pesic acabó al galope el clásico y fundió a un Madrid (86-69) que se desvaneció en el último tramo y acabó con la sensación que más deseaba evitar: echar de menos al lesionado Sergio Llull. El Barcelona impuso su garra inagotable, su pasión por el rebote, su excelente lectura para acelerar y templar de acuerdo a las necesidades del juego y por unos relevos que no dieron tregua. Cuando no fustigaron Tomic y Singleton, aparecieron Kuric y Oriola, y entremedias, Hanga y Heurtel.
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