Hay muchas cosas que se resuelven por parejas: bastantes deportes, el mus, las bodas y un largo etcétera que engrandece el espíritu de solidaridad aunque en el deporte el individuo solitario cautiva todas las emociones. En el ciclismo, la épica, tan habitual (cada vez un poco menos, es cierto), el hombre frente a la montaña es un símbolo de un deporte al que se le calificó durante años como el más duro. Pero se ve que Alaphilipe y Roglic han creado estilo. Hoy estuvieron quietecitos en la etapa hasta los metros finales cuando el francés, líder de la carrera, no quiso perderse la fiesta del sprint, por si sonaba la flauta en la primera llegada masiva tras sus dos fugas con el colega Roglic. Esta vez no salió la jugada. El pelotón transitó con urgencia hasta Valdegobía (Álava) y allí se entrometió Jay McCarthy, el corredor australiano del Bora. Un sprinter en toda regla, en una carrera donde escasean, no los nombres, sino aquellos que están en condiciones de disputar una llegada masiva o solo ruedan para coger la forma para otras fiestas.
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