En un partido hueco, tan accesorio, los teloneros del Madrid ganaron casi sin querer. De la nada sacaron provecho con muchos más goles —solo dos— que remangue o juego. De esto último apenas hubo en un encuentro tramitado de forma rutinaria por un pelotón de suplentes blancos con irrebatible aire de secundarios. El acabose: los reservas se reservan. Al contrario que el curso pasado, Zidane ha marcado en fuego la frontera entre el primer batallón y los reservistas. A todos los de la última fila alistó frente al Leganés en una jornada al sol, un fútil apeadero hacia el Bayern.
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