Iba a ser la temporada del despegue y fue la del desplome. El Deportivo firmó con su derrota ante el Barcelona el duodécimo descenso de su historia, el décimo desde la máxima categoría, tercero en la actual década, un varapalo para un club que mal que bien había sobrevivido durante tres campañas entre los grandes. Fueron permanencias poco lucidas, pero vitales para lograr estructurar y empezar a liquidar la deuda resultante tras el mayor concurso de acreedores que se ha conocido en el mundo del fútbol. Estabilizado tras situarse al borde de la desaparición, a la cuarta el Deportivo regresa a la Segunda División, punto de partida futbolístico en el que lo encontró su actual directiva, que fuera del campo lo ha convertido en una entidad fiable, tanto como para que un banco le concediese un crédito de 45 millones de euros el pasado verano para cancelar su deuda con la Agencia Tributaria. Pero todo el buen hacer sobre las moquetas palidece ante las decisiones que tienen que ver con la pelota. El errático transcurrir de las últimas campañas se refleja en apenas 29 victorias en 149 partidos tras el ascenso del año 2014, un pasaporte al desastre.
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