El Barcelona rubricó en Riazor un título de Liga sin apenas tacha, un alirón que llega tras encadenar 34 partidos sin derrota, incontestable triunfo para un equipo que por momentos, en algunos tramos del campeonato, dio la impresión de mandar con el freno puesto. También así llegó a la cumbre tras ganar no sin apuros al Deportivo, que pierde la categoría después de cuatro años en el alambre. Le bastó al campeón con exponer apenas algunas de sus virtudes, con guardarse bastantes, para entonar el alirón y dañar a un rival que sumó una digna derrota después de tanta indignidad como le acompañó en esta campaña. Todo sucedió en un partido agradable de presenciar, un tanto carente de colmillo, pero bien jugado y pleno de magníficos detalles. Y con Messi
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