Hay tópicos que se resuenan en cada derbi desde hace un siglo. Este por ejemplo: “Es un partido que a los jugadores les gusta jugar”. ¡Umm!, no está claro. Al menos en el caso del Athletic que se lo tomó como un trámite oneroso, una cruz en el calvario particular de esta temporada, donde sufre y sufre, no aporta ni una cerilla de luz en su juego ofensivo y en el área propia demuestra en ocasiones una incapacidad que raya con el infantilismo. La actitud de Lekue en el segundo gol de la Real, abandonando el marcaje de Oyarzabal cuando este se adentraba en el área, es de una irritante apatía. Que Januzaj, en plena forma, pueda una y otra vez con Balenziaga tiene pase y explicación; que el juego aéreo ante Kepa sea un sorteo que siempre sale a favor del rival contando con defensores como Núñez o Íñigo Martínez, una pareja que huele a desorden.
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