Puede que no ganasen los mejores pero ganaron los de siempre, no se me ocurre mejor resumen para describir lo sucedido ayer en Múnich y ni siquiera se me ocurrió a mí: hasta en eso resultó triste la noche. El fútbol se ha convertido en un misterio de tal calibre que exige no prestarle demasiada atención para poder desentrañarlo, por eso se nos va de las manos a quienes lo escrutamos con rectitud y cien ojos pero se presenta como un libro abierto ante quien se pasa el partido montando muebles, con el murmullo del televisor flotando en el ambiente y un novio sociópata llevándose las manos a la cabeza a pocos metros de distancia, incapaz de comprender nada.
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