El Madrid ha aprendido a jugar tan bien la Champions que por momentos se permite no jugar al fútbol. Es como jugar a la ruleta rusa creyendo conocer muy bien la bala. En Múnich le bastaron unos minutos de lucidez, como le bastaban a Berlanga al final de sus días. En el Bernabéu va a necesitar algo más que una bala circulando de cabeza en cabeza sin salir nunca. El fútbol las suele cobrar todas, y la deuda dejada en Múnich no se va a pagar sólo con suerte. La Champions está haciendo con el minuto 93 lo que las compañías telefónicas con la televisión de pago: dejártela hasta que te acostumbres para sacártela el día de un Bayern-Madrid. Sé de lo que hablo.
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