A todos nos suena la historia del futbolista prometedor que ficha por un gran equipo, se hace la ilusión de que triunfará y cuando llega la hora no es titular. Es una novela que sale sola del bolígrafo. Pero eso acontece después, en el futuro. Antes, cuando el fichaje fructifica, y firma el contrato, y las televisiones cubren su presentación dando inútiles toques a un balón, que para el caso podría sustituirse por una naranja de zumo, su imaginación se dispara. Estará en el mejor club, su sueño, así que cómo va a preguntarse si entrará habitualmente en el once titular. Odia a los aguafiestas, así que no se convertirá en uno. En su cabeza se cree el mejor jugador, debe creerse el mejor, así que la pregunta es casi tonta. ¿Acaso cualquiera de nosotros, a punto de hacerse, pongamos, con el coche de sus sueños, o con el que pueda pagar, se preguntaría en qué momento o curva se va a estampar con él? Nadie quiere malas noticias antes del desayuno, y si le dan a elegir, tampoco después.
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