Hay aventuras de verano, ligues que florecen con la primavera y hay amores que resisten a todo, a la edad, a las arrugas, al calor, al frío, a la lluvia. Hay amores que nunca se oxidan, como el de Cristiano Ronaldo con la Champions y con el gol. Este martes en Turín encontró, encima, lo que llevaba años persiguiendo. Un gol para enmarcar, un gol de chilena. Lo marcó en el minuto 64. Zidane se llevó una mano a la calva y otra a la boca, incrédulo, maravillado. Le faltó decir, y seguro que lo pensó: madre mía lo que ha hecho.
source Portada de Deportes | EL PAÍS https://ift.tt/2Eg4jQ3
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire