Garbiñe Muguruza estaba sobre aviso. Los silencios de Daria Kasatkina siempre suponen un mal presagio, la señal de que algo malo se viene encima, y el presentimiento negativo que desprende ese juego aparentemente inocuo e inofensivo de la rusa se transformó en una notable decepción. Después de que la española la desarmase en el primer parcial, Kasatkina se quitó el camuflaje y actuó como tantas otras veces lo hace, de forma puñetera para darle un vuelco al partido (3-6, 7-6 y 6-1, en 2h 34m) y alcanzar de la final del torneo de Dubái.
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