Entre los mejores recuerdos en todos los años que he estado al lado de mi sobrino Rafael, siempre guardo las Copas Davis. Pocos momentos hay tan especiales como aquellas dos finales en Sevilla y Barcelona o la semifinal en Madrid. La lucha en equipo, el fervor de tu público y el ambiente festivo tienen un atractivo al que solo se renuncia por inconvenientes de gran peso.
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