A Enrique Castro Quini le explotó el corazón, cansado seguramente de tanto querer, bondadoso como era, siempre agradecido, tan humilde, generoso y buena persona que a veces costaba reconocer al futbolista que ganó casi tantos Pichichi como Zarra. Nunca puso distancia con el aficionado, tampoco con el ciudadano, próximo y solícito para hablar del fútbol y sobre todo de la vida, del Sporting y del Barça, de Gijón y de Barcelona.
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