El Eibar es predecible. Y difícil de contener y superar en Ipurua, su casa, la que conoce a ciegas, su fortín. Lo comprobó el Villarreal víctima de los automatismos del conjunto de Mendilibar que se emplea con intensidad y pasión, con el esfuerzo y la solidaridad de los humildes, sin olvidar las formas, con el talento de jugadores como Orellana y Pedro León, de nuevo el murciano sintiéndose futbolista tras una larga convalecencia de nueve meses. El Villarreal, con su estilo, se quedó corto y sin pegada, la que le falta tras la marcha de Bakambu. Le valió al conjunto armero el gol inicial de Kike García para situarse en séptima posición, justo detrás del Villarreal al que se le desvanece el sueño de Champions y se obliga a mantener su posición de Liga Europa
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