En un guiño al cine de antes, la temporada de Fórmula 1 comenzó con una escena que evoca La tentación vive arriba, cuando una inesperada ráfaga de viento levantó la sábana bajo la que se ocultaba el nuevo McLaren, mientras introducían el coche en un camión. Supimos así, con un día de adelanto, que el monoplaza de Fernando Alonso será naranja papaya y azul. Parece un dato menor, pero mucho cuidado, porque es un dato menor. Estas particularidades sobre el color importan, en especial cuando no hay otras. Hasta este lunes, cuando el monoplaza empiece a rodar en el circuito de Montmeló, las prestaciones del MCL33 constituyen un misterio incluso para los especialistas, salvo que sean tuiteros, como es lógico. Creo que tampoco en la escudería poseen suficientes evidencias prácticas del futuro que le aguarda al nuevo coche. Supongo que deberían estar más en contacto con los blogs en los que se cuece todo.
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